Passeig de Gràcia

Reurbanización de una avenida en un entorno modernista. Diseño urbano y patrimonio arquitectónico

El Paseo de Gracia es un perfecto ejemplo de simbiosis entre modernidad y tradición, un escenario perenne y cambiante a la vez en el que el arte, el patrimonio artístico arquitectónico, el comercio y la conectividad se entrelazan en el esplendor de una ciudad cosmopolita.

Los primeros indicios de adecuación de este emblemática calle de Barcelona datan de mediados del siglo XIX cuando el proyecto urbanístico ideado por el ingeniero Ildefons Cerdá plantea la liberación de una gran superficie urbanizable tras el derribo de las murallas de la época medieval. Se instalan las primeras farolas a gas y el nuevo bulevard que conecta la antigua ciudad amurallada con la Vila de Gracia se convierte en lugar de paseo y recreo en el que aristócratas y burgueses construirán sus palacetes.

Progresivamente se traslada la actividad comercial desde la zona de la Rambla hacia el Ensanche. Todo ello en el contexto de un nuevo movimiento cultural y artístico, el modernismo, que plantea todo un reto para arquitectos y maestros de obra. La nueva avenida concentrará con los años el catálogo más importante de edificios modernistas de Europa con Antoni Gaudi, Josep Puig i Cadafalch, Lluís Domènech i Montaner o Enric Sagnier como máximos exponentes.


Iluminación y mobiliario en un bulevard de Barcelona

En la reciente reurbanización del Paseo de Gracia, la avenida comercial más importante de la ciudad, se ensancharon las aceras, sustituyendo los bancos existentes por el modelo NeoRomántico Liviano, de Miguel Milá, un banco de porte elegante, evolución aligerada del modelo NeoRomántico Clásico, best-seller del urbanismo contemporáneo. Sin pretender protagonismo la versión Liviana ha sido resituada para ampliar las zonas de paseo, y crear las sinergias tan necesarias en la ciudad de múltiples velocidades.

La iluminación de la calzada central y de los carriles laterales, se ha confiado a la farola Candela diseño de Gonzalo Milá.

Así que ante la fachada de la Casa Milá, encargada por Pere Milá a Antoni Gaudí en 1906, popularmente conocida como La Pedrera, en un mote popular que evoca tanto el nombre del promotor como la forma diseñada por el arquitecto, hoy encontramos un banco diseñado en el año 2000 por un sobrino de aquél, Miguel Milá, pionero del diseño en España, y la farola Candela, de última tecnología concebida por el hijo de éste, Gonzalo Milá, en 2012, en lo que es sin duda una elegantísima convivencia de varias generaciones de Barcelona en el eje central de la ciudad

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