Lo sentimos, no hemos encontrado ningún producto.
PAUTAS DEMODE
El impulso de la crisis medioambiental involucra directamente el crecimiento económico. Por un lado por sus consumos crecientes de materias primas, por el otro por el aumento de las emisiones contaminantes. También es necesario reflexionar sobre la abreviación de la vida útil de las mercancías, que cada vez más rápidamente se reducen a desechos, sobre la tala de las selvas y el incremento de las sustancias de síntesis químicas producidas y empleadas. Es necesario volver a concebir los esquemas que definen la sociedad, los conceptos de riqueza y pobreza, de espacio y tiempo, de la participación y del egoísmo, del crecimiento y del decrecimiento. Estamos reflexionando sobre estos temas, porque creemos que se nos plantee un reto epocal. Un reto en el que, juntos, podemos salir ganando. Primero, vamos a abrir un debate sobre el sentido más profundo del diseño y sus consecuencias en la percepción de la realidad. Hay que preguntarse si la habilidad de un diseñador consiste en crear algo inútil para pocos o elaborar las formas conjugando funcionalidad y estética para todos. Un concepto democrático y humanista del diseño, entendido como medio para simplificar la vida cotidiana de todos.
Demode no quiere ser sólo una marca de interiorismo “Made in Italy”, donde el cuidado por los detalles, la ergonomía, la calidad del producto y el respeto por el medio ambiente están en la base de su filosofía proyectual, sino también la convicción de que es posible redibujar el futuro de otra manera, elaborando y promoviendo otra cultura.
¿QUÉ ES EL DECRECIMIENTO?
Hablar de decrecimiento, afirma Serge Latouche, es como proponer un desafío, atreverse a una provocación. Por un sentido se trata de una actuación iconoclasta, por otro de una nueva forma de hablar de nuestro estar aquí, ahora, en el mundo. Vamos a intentar poner en duda esa divinidad que hemos idolatrado o también los mapas y los marcos simbólicos dentro de los cuales nos hemos desplazado durante siglos y que estamos acostumbrados a confundir con la realidad. Puede uno preguntarse si es posible volver a poner en tela de juicio nuestro imaginario, si es realístico pensar en instituir una sociedad que no se caracterice por el crecimiento en sí. Nosotros afirmamos que reconocer nuestra independencia ecológica y social, nuestra fragilidad humana es el único realismo, la única forma de evitar la conclusión de un proceso de adaptación patológica que, desperdiciando los fundamentos ecológicos a partir de los cuales nos hemos desarrollado, nos llevaría al colapso. No estamos en contra de la tecnología, sino en pro de otra tecnología. Sobria, duradera, sostenible, compartible. La capacidad de reflexionar en la actualidad sobre nuestros equilibrios tecnológicos quizás nos permita limitar el riesgo de un decrecimiento obligatorio, o impuesto tajantemente mañana. Tenemos que demostrarnos capaces de volver a poner en juego nuestros valores básicos y aceptar el riesgo de imaginar un post-desarrollo, una sociedad de decrecimiento. Ser realistas hoy día no significa adaptarse a un sistema que está autodestruyéndose, sino disponerse para asumir decisiones a largo plazo, tomando como referencia una perspectiva temporal y política más amplia que la usual. Y para ello hay que reconstituir una relación y un pacto entre generaciones: tenemos que aprender a pensar mediante la perspectiva de más generaciones y no sólo de la nuestra. Además esto impone la necesidad de crear nuevas instituciones nacionales e internacionales y/o la reforma radical de las existentes. No se trata de enseñar el comportamiento ideal ni tampoco culpabilizar cada acto consumista. Más bien, el reto más importante reside en la capacidad de plantearse distintas prácticas sociales, relacionales, simbólicas, evocadoras, más ricas humana y socialmente, al fin y al cabo más apetecibles. Debemos encarar, al mismo tiempo, el conjunto de cambios en nuestra forma de pensar y de ser. No se trata de proponer abstractas utopías ni planificaciones teóricas: en un mundo complejo no podemos saber lo que va a pasar ni cuándo, sin embargo podemos empezar a actuar a partir de nosotros mismos, de donde nos encontramos, de nuestras relaciones, de nuestro territorio, de los lugares donde vivimos, poniendo en marcha unos procesos virtuosos. En este sentido nos proponemos reinventar otra idea de belleza que nos lleve a ver de otra manera las ciudades, el territorio, los paisajes, las comunidades humanas. Se trata de una búsqueda inacabada, que nos pone en juego profunda y radicalmente.
(de www.decrescita.it)
8R
Redistribuir: garantizar a todos los habitantes del planeta el acceso a los recursos naturales y una equitativa distribución de la riqueza, asegurando un trabajo satisfactorio y condiciones de vida dignas para todos. Depredar menos en lugar de "dar más". Revalorizar: revisar los valores en los que creemos y en función de los cuales vamos organizando nuestra vida, cambiando los que se deban cambiar. El altruismo deberá prevalecer sobre el egoismo, la cooperación sobre la competencia, el placer del tiempo libre sobre la obsesión por el trabajo, el cuidado por la vida social sobre el consumo ilimitado, lo local sobre lo global, lo bello sobre lo eficiente, lo razonable sobre lo racional. Reestructurar: adaptar en función del cambio de los valores las estructuras económico-productivas, los modelos de consumo, las relaciones sociales, los estilos de vida, para orientarlos hacia una sociedad de decrecimiento. Cuanto más esta reestructuración sea radical, más el carácter sistémico de los valores dominantes será erradicado. Relocalizar: consumir esencialmente productos locales, producidos por empresas respaldadas por la economía local. Por consiguiente, cualquier decisión de naturaleza económica se debe tomar a escala local, para las necesidades locales. Además, si bien las ideas deben ignorar las fronteras, los desplazamientos de mercancías y capitales deben minimizarse, evitando los costes de transporte (infraestructuras, pero también polución, efecto invernadero y cambio climático).
Reducir: tanto el impacto sobre la biosfera de nuestras formas de producción y consumo como los horarios de trabajo. Se debe reducir la utilización de los recursos hasta volver a una huella ecológica equivalente a un planeta. La potencia energética necesaria para un nivel de vida digno (calefacción, higiene personal, iluminación, transportes, producción de bienes materiales fundamentales) equivale aproximadamente a la necesaria para un pequeño radiador encendido de continuo (1 kW). Reparar: reparar los aparatos y los bienes de uso en lugar de tirarlos a un vertedero, así superando la obsesión, propia de la sociedad de consumo, de la obsolescencia de los objetos y la continua "tensión hacia lo nuevo". Se trata de alargar el ciclo de vida de los productos. Reciclar: recuperar todos los desechos no descomponibles producidos por nuestras actividades. Recontextualizar: modificar el contexto conceptual y emocional de una situación, o el punto de vista en función del cual la vivimos, para ir cambiando completamente su sentido. Este cambio se impone, por ejemplo, para los conceptos de riqueza y pobreza y con más apremio aún para escasez y abundancia, esa "diabólica pareja" que constituye el fundamento del imaginario económico.
El impulso de la crisis medioambiental involucra directamente el crecimiento económico. Por un lado por sus consumos crecientes de materias primas, por el otro por el aumento de las emisiones contaminantes. También es necesario reflexionar sobre la abreviación de la vida útil de las mercancías, que cada vez más rápidamente se reducen a desechos, sobre la tala de las selvas y el incremento de las sustancias de síntesis químicas producidas y empleadas. Es necesario volver a concebir los esquemas que definen la sociedad, los conceptos de riqueza y pobreza, de espacio y tiempo, de la participación y del egoísmo, del crecimiento y del decrecimiento. Estamos reflexionando sobre estos temas, porque creemos que se nos plantee un reto epocal. Un reto en el que, juntos, podemos salir ganando. Primero, vamos a abrir un debate sobre el sentido más profundo del diseño y sus consecuencias en la percepción de la realidad. Hay que preguntarse si la habilidad de un diseñador consiste en crear algo inútil para pocos o elaborar las formas conjugando funcionalidad y estética para todos. Un concepto democrático y humanista del diseño, entendido como medio para simplificar la vida cotidiana de todos.
Demode no quiere ser sólo una marca de interiorismo “Made in Italy”, donde el cuidado por los detalles, la ergonomía, la calidad del producto y el respeto por el medio ambiente están en la base de su filosofía proyectual, sino también la convicción de que es posible redibujar el futuro de otra manera, elaborando y promoviendo otra cultura.
¿QUÉ ES EL DECRECIMIENTO?
Hablar de decrecimiento, afirma Serge Latouche, es como proponer un desafío, atreverse a una provocación. Por un sentido se trata de una actuación iconoclasta, por otro de una nueva forma de hablar de nuestro estar aquí, ahora, en el mundo. Vamos a intentar poner en duda esa divinidad que hemos idolatrado o también los mapas y los marcos simbólicos dentro de los cuales nos hemos desplazado durante siglos y que estamos acostumbrados a confundir con la realidad. Puede uno preguntarse si es posible volver a poner en tela de juicio nuestro imaginario, si es realístico pensar en instituir una sociedad que no se caracterice por el crecimiento en sí. Nosotros afirmamos que reconocer nuestra independencia ecológica y social, nuestra fragilidad humana es el único realismo, la única forma de evitar la conclusión de un proceso de adaptación patológica que, desperdiciando los fundamentos ecológicos a partir de los cuales nos hemos desarrollado, nos llevaría al colapso. No estamos en contra de la tecnología, sino en pro de otra tecnología. Sobria, duradera, sostenible, compartible. La capacidad de reflexionar en la actualidad sobre nuestros equilibrios tecnológicos quizás nos permita limitar el riesgo de un decrecimiento obligatorio, o impuesto tajantemente mañana. Tenemos que demostrarnos capaces de volver a poner en juego nuestros valores básicos y aceptar el riesgo de imaginar un post-desarrollo, una sociedad de decrecimiento. Ser realistas hoy día no significa adaptarse a un sistema que está autodestruyéndose, sino disponerse para asumir decisiones a largo plazo, tomando como referencia una perspectiva temporal y política más amplia que la usual. Y para ello hay que reconstituir una relación y un pacto entre generaciones: tenemos que aprender a pensar mediante la perspectiva de más generaciones y no sólo de la nuestra. Además esto impone la necesidad de crear nuevas instituciones nacionales e internacionales y/o la reforma radical de las existentes. No se trata de enseñar el comportamiento ideal ni tampoco culpabilizar cada acto consumista. Más bien, el reto más importante reside en la capacidad de plantearse distintas prácticas sociales, relacionales, simbólicas, evocadoras, más ricas humana y socialmente, al fin y al cabo más apetecibles. Debemos encarar, al mismo tiempo, el conjunto de cambios en nuestra forma de pensar y de ser. No se trata de proponer abstractas utopías ni planificaciones teóricas: en un mundo complejo no podemos saber lo que va a pasar ni cuándo, sin embargo podemos empezar a actuar a partir de nosotros mismos, de donde nos encontramos, de nuestras relaciones, de nuestro territorio, de los lugares donde vivimos, poniendo en marcha unos procesos virtuosos. En este sentido nos proponemos reinventar otra idea de belleza que nos lleve a ver de otra manera las ciudades, el territorio, los paisajes, las comunidades humanas. Se trata de una búsqueda inacabada, que nos pone en juego profunda y radicalmente.
(de www.decrescita.it)
8R
Redistribuir: garantizar a todos los habitantes del planeta el acceso a los recursos naturales y una equitativa distribución de la riqueza, asegurando un trabajo satisfactorio y condiciones de vida dignas para todos. Depredar menos en lugar de "dar más". Revalorizar: revisar los valores en los que creemos y en función de los cuales vamos organizando nuestra vida, cambiando los que se deban cambiar. El altruismo deberá prevalecer sobre el egoismo, la cooperación sobre la competencia, el placer del tiempo libre sobre la obsesión por el trabajo, el cuidado por la vida social sobre el consumo ilimitado, lo local sobre lo global, lo bello sobre lo eficiente, lo razonable sobre lo racional. Reestructurar: adaptar en función del cambio de los valores las estructuras económico-productivas, los modelos de consumo, las relaciones sociales, los estilos de vida, para orientarlos hacia una sociedad de decrecimiento. Cuanto más esta reestructuración sea radical, más el carácter sistémico de los valores dominantes será erradicado. Relocalizar: consumir esencialmente productos locales, producidos por empresas respaldadas por la economía local. Por consiguiente, cualquier decisión de naturaleza económica se debe tomar a escala local, para las necesidades locales. Además, si bien las ideas deben ignorar las fronteras, los desplazamientos de mercancías y capitales deben minimizarse, evitando los costes de transporte (infraestructuras, pero también polución, efecto invernadero y cambio climático).
Reducir: tanto el impacto sobre la biosfera de nuestras formas de producción y consumo como los horarios de trabajo. Se debe reducir la utilización de los recursos hasta volver a una huella ecológica equivalente a un planeta. La potencia energética necesaria para un nivel de vida digno (calefacción, higiene personal, iluminación, transportes, producción de bienes materiales fundamentales) equivale aproximadamente a la necesaria para un pequeño radiador encendido de continuo (1 kW). Reparar: reparar los aparatos y los bienes de uso en lugar de tirarlos a un vertedero, así superando la obsesión, propia de la sociedad de consumo, de la obsolescencia de los objetos y la continua "tensión hacia lo nuevo". Se trata de alargar el ciclo de vida de los productos. Reciclar: recuperar todos los desechos no descomponibles producidos por nuestras actividades. Recontextualizar: modificar el contexto conceptual y emocional de una situación, o el punto de vista en función del cual la vivimos, para ir cambiando completamente su sentido. Este cambio se impone, por ejemplo, para los conceptos de riqueza y pobreza y con más apremio aún para escasez y abundancia, esa "diabólica pareja" que constituye el fundamento del imaginario económico.